martes, 29 de abril de 2008

Fotografía

Enterrada bajo una pila enorme de cuadernos de la secundaria y libros empolvados, descubrí una fotografía mía que automáticamente me transportó a una época que había olvidado (conciente o inconcientemente) y que no pude evitar el recordar de pronto.

Mirando atentamente aquella instántanea, me veo con aquel buzo azul de educación física y la cara roja (sin mancha alguna, impecable) y unos ojos bien cansados. Estaba sentado en la parte trasera de un bus, sosteniendo en una bolsa lo que parece ser una botella de plástico y un tapper, seguro los rastros de una lonchera preparada para algún paseo escolar.

La veo detenidamente, debo tener unos 12 o 13 años apróximadamente. Era tan inocenten en aquella época; ya había recibido mi primer beso de parte de una niña que me pidió ser mi novia pero que terminó besando a un amigo de por aquellos que uno escoge equivocadamente.

Había dado el salto a la pubertad luego de una infancia marcada por una enfermedad que me aisló del mundo totalmente. Cual niño de la burbuja, aprendí a leer y dibujar cuando debía haber estado jugando canicas o bailando trompos con huaraca. En fin, aquella etapa es mejor no recordarla y pasemos a hablar del contexto en que se tomó esta fotografía.

Eran los finales de los noventa; los celulares aún estaban restringidos para las clases pudientes, el internet se estaba empezando a masificar, el tra y los cuentos de la cripta (desde la parte 1 hasta el último que llegaran a sacar... francamente, yo conocí y bailé uno nomás) alborotaban las fiestas a luces de cualquier cumpleañero o cumpleañera.

Mis primeros encuentros con la maravilla de lo que es el licor se dieron en estas épocas. Habiendo probado la amarga cebada de la cerveza, me abrí paso a lo que luego se convirtió en un idilio que mantengo hasta ahora: mi primer encuentro apasionado con el trago corto. Por estos días también descubrí el mal hábito del cigarrillo, costumbre que practico hasta la actualidad y que espero dejar muy pronto.

Cursaba la mitad de la secundaria, nunca me destaqué en las actividades físicas ni mucho menos en el cuadro de méritos. Aunque a veces peleaba junto a la cerebrito del salón el primer lugar, pero siempre me caía a finales del año, descendiendo hasta el tercer o cuarto lugar. Es chevere que a uno le reconozcan sus méritos como obtener el primer lugar en el cuadro de honor (cosa que nunca logré), que sepas que estuviste cerca pero quedaste en segundo lugar (cosa que logré sólo una vez y tengo la prueba colgada en un pasillo de mi casa)... pero qué roche que te reconozcan un tercer lugar donde siempre se suele premiar a los dos primeros puestos (cosa que se repitió varios años, la diploma que recibía era una cartulina blanca doblada que me la entregaban luego de la ceremonia principal y sin foto incluída).

Como decía, solía ser muy inocente en aquellos días. El mundo era aún ancho y ajeno para mi, tanto así que cuando cumpli 13 hice mi primer viaje interdistrital, no por determinación propia sino porque equivoqué la ruta de un bus y terminé rogándole a un cobrador que me devolviera el pasaje que había pagado para regresar a mi casa (lo que uno pasa cuando no tiene calle).

Tener 13 antes era mucho más fácil que tenerlos ahora. No habían las presiones que hay ahora, las modas eran pasajeras y la droga aún permanecía oculta. Tampoco había tanto piraña suelto como ahora, se podía caminar un poco más tranquilo, pero eso sí, sin confiarse tanto. Las fiestas solían acabar temprano (claro, si no sabías lo que era tomar) y las matinés en las discotecas se estaban poniendo de moda.

Me pregunto a veces que será tener 13 ahora... quizás escuche reggaetón, vista con ropa ancha y hable como retardado. No lo sé. Menos mal que cuando tuve 13 descubrí el rock y ello me llevó a seguir descubriendo muchas cosas más, como el arte de escribir, el cine, la historia, etcétera; viviendo como una trucha nadando contra la corriente.

Si pudiera decirle a mi yo de la foto todas las cosas que he vivido, quizás pudiera aconsejarle de tomar mejores decisiones con respecto a algunas cosas (cuanto sufrimiento le evitaría), pero lo bonito de aprender a vivir es aprender a equivocarte.

¡Ay cómo duele crecer! pero si no duele, no sirve...

0 tienen algo que decir:

Related Posts with Thumbnails
 
Creative Commons License
Jardín de las Baladas by Jardín de las Baladas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 2.5 Perú License.
Based on a work at jardindelasbaladas.blogspot.com.