viernes, 25 de abril de 2008

Y se fue...

Partió sin aviso alguno una mañana de abril
dejando atrás unas arrugas de su lado de la cama
y el labial color rojo del número 5 que tanto me gustaba.

No dejó dicho cuando volvía ni tampoco adonde iba
sólo me confesó que se iría lejos a buscarse a si misma
mientras conversábamos una noche después de hacer el amor.

Desperté con su aroma impregnado en mi cuerpo
y el rastro de un beso meláncolico posado sobre mis labios,
con mis mejillas húmedas quizás por los restos de sus lágrimas.

Partiste sin decírmelo, te alejaste de mí sin avisarme
como quién quita una vendita, rápido y sin dolor al momento
deseando dentro de mí el poder detenerte cuando tuve la chance.

O despertar minutos después de que partieras
dándote el alcance en la estación de buses, profesándote las palabras
que te mencioné mientras dormías o pretendías estarlo.

Es tarde. Ahora debes estar lejos de aquí, atravesando algún paisaje,
frontera, oceáno, etcétera; busco en mi cajón aquella vieja cajetilla de cigarrillos
y mi fiel encendedor, enciendo uno y veo cómo comienza a consumirse lentamente.

Mientras veo el movimiento de la ciudad a mis pies a través de mi ventana,
rememoro los momentos que compartimos y los que juramos pasar juntos
sin poder evitar susurrar tu nombre en silencio, a ojos cerrados.

La habitación aún conserva tu esencia, cada rincón alberga una sonrisa tuya,
cada centímetro de la alfombra tiene parte de ti, de las noches que nos amamos;
noches en que sólo existíamos los dos y nadie más.

En mi mesa de noche, aún sigue guardado aquel labial rojo del número 5;
labial que una vez provocó en mí una excitación absoluta y el desquicio de mis facultades
pero hoy es simplemente un recuerdo más de un pasado que no volverá...

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