sábado, 31 de mayo de 2008

Trago amargo

Llegó el viernes y con ese día, una sed enorme despertaba en mí. Bebí hasta olvidar como me llamaba e inclusive, amanecí en otra cama... a lado de una mujer que no había visto nunca en mi vida. No me pregunten cómo pasó porque no lo recuerdo aún. Sólo recuerdo que quería beber hasta perder la conciencia. Quería olvidar y poner mi mente en blanco, ¿cuál habrá sido la motivación para ello? Generalmente suelo beber mesuradamente, en reuniones amicales hasta cierta hora de la noche un par de veces al mes, pero por algún extraño motivo ayer mi cordura se escurrió con la lluvia que nos visitó en plena madrugada. Trataré de recordar paso a paso como fue que pasó lo que pasó a través de este corto relato.

Todo comenzó alrededor de las once de la noche, mientras salía a caminar por las frías calles del barrio. Ni bien pongo un pie en la calle, una melodía amenazante me rodea 'dale con el látigo, a ella le gusta el látigo' y un grupo de jóvenes bailándola desenfrenadamente. Soy joven también, pero nunca me movería así, bueno sobrio no lo haría. En fin, mientras encendía un cigarrillo y veía como desfilaban las niñas con sus mejores y diminutos trapos, me rondaba por la cabeza la idea de qué fácil es el pensar en sexo hoy en día, comparado a cómo era cuando yo tenía su edad.

En fin, luego del minuto de reflexión la nicotina comenzaba a adormecer mis labios y a impregnarse en mis dedos, me encanta esa sensación que me deja luego de cada bocanada. Si el cigarrillo fuesen unos labios, sería adicto a esos besos letales. Llegando ya a mi destino, me encontré con los amigos que siempre están ahí cuando más se les necesita (y también cuando la garganta anda seca) y los saludé con esta frase en particular "Muchachos, hoy quiero tomar hasta olvidarme cómo me llamo y donde vivo", las miradas de sorpresa no se hicieron esperar, aquella frase podía haber salido de la boca de cualquiera, pero nunca se imaginaron que saldría de la mía.

Minutos después estábamos camino a la licorería, un rincón etílico que es el proveedor de mis más memorables pérdidas de memoria y encuentros amatorios con el inodoro. La mujer que nos atendió, nos reconoció al instante y nos preparó lo de siempre, sólo que también se sorprendió al ver la cantidad de botellas que comenzó a preparar. Nos fuimos bien abastecidos como si hubieramos salido de alguna tienda por departamentos en día de cierra puertas. Emprendimos la retirada hacia el punto de reunión, esperando que nuestros parroquianos amigos se hicieran presentes con el paso de las horas.

El brindis respectivo y el principio del primer round. La charla comenzó hablando del partido de la selección contra España hoy por la tarde y luego de las más grandes fracturas de pierna en este deporte. Admito que los temas de conversación siempre son muy disímiles, pero de todo lo que hablamos, podemos convertirlo en algo gracioso. Bueno, a veces pero se intenta al menos. Al término de la segunda botella, la gente comenzó a llegar y la conversación empezó a hacerse más entretenida. Yo estaba empezando a marearme, ¡cómo amo esa sensación! la de poco a poco ver cómo comienza a dar todo vueltas y la sangre te sube a la cabeza. Me encanta, simplemente me encanta.

Confieso que la bebida es el refugio del solitario y del descorazonado, que a la larga este mal hábito puede llevarme a la tumba o inclusive más abajo, pero no me importa. Tengo un corazón roto y no he encontrado mejor medicina que ésta para aliviar mi dolor. Tomo porque soy infelíz y soy infelíz porque tomo, es todo un círculo vicioso, pero que más da. Algún día en mi futuro, habrá alguien que me haga recapacitar o quizás recapacite por alguien, pero hasta que ese día llegue, ¡salud!

Sigamos con la historia. A medida que la gente seguía llegando, el trago iba desapareciendo. La nicotina había formado una especie de niebla entre nosotros, pero que se vio pronto disipada por una lluvia repentina. Mojados y con sed, no nos quedó de otra que seguir conversando. De la nada y de improviso, llegó un ángel salvador que en sus manos en vez de traer las respuestas a todas mis preguntas, traía en vez dos bolsas con más licor. Bendito seas.

A partir de este parte, las cosas se ponen borrosas. Recuerdo haber caminado por una calle y que comenzaba a gritarle a una ventana, luego una luz florescente en el techo que no paraba de observar y un aroma a lilas que me seducía lentamente. Después recuerdo, unas palabras de una mujer que he visto en alguna parte pero que no sé de donde, que tomaba mi mano y me invitó una taza de café. Su voz me envolvía en un manto de tranquilidad y sus lágrimas me desconcertaban, creo que estaba llorando por verme en ese estado, o quizás me estaba contando algún problema suyo, no lo recuerdo bien. Luego, todo se puso oscuro.

Desperté con los primeros rayos del sol que se colaron entre las cortinas de aquella habitación. Abrí los ojos y desperté intempestivamente, no reconocía el lugar donde me encontraba. Estaba desnudo, mi ropa yacía en el piso de aquella habitación junto a la de alguien más. Tanteé el otro lado de la cama y me topé con un cuerpo bajo aquellas mantas que yacía durmiente. Qué vergüenza, jamás había hecho aquello. Me hubiera gustado quedarme a tu lado para saber quién eras y porque habíamos acabado juntos en el mismo lecho, quería saber toda la historia pero debía irme, no sabía cómo preguntártelo puesto que te conozco de algún lado pero no puedo recordar de donde.

Me vestí lo más callado posible y salí del lugar. Al salir de aquella quinta, una anciana con una escoba fue la única que me vio partir. Andaba desorientado y con una sensación de adormecimiento en mis labios y piel, en mi ropa se habían mezclado aquel aroma a lilas con el fuerte olor del trago y del cigarrillo. Volteé y reconocí aquella ventana a la que estuve gritando más temprano, creyendo haber visto una silueta detrás de esas cortinas que me observaba.
Agaché la mirada y musité un silencioso 'lo siento' mientras caminaba por la vereda en dirección a mi casa.

Ayer quise beber hasta olvidar mi nombre y donde vivía, pero sólo pude olvidar cómo fue que llegué a amanecer en tu cama y a tu lado. Hubiera preferido que sucediera cuando no haya tenido tantas copas encima y pudiera recordar cada detalle. Pero aún traigo conmigo aquel aroma a lila que se impregnó de mi encuentro contigo.

2 tienen algo que decir:

Anónimo dijo...

No debiste irte.
Debiste saber su nombre y su mail (minimo) nose.

Quiza lo q on te acuerdas, puede ayudarte a construir algo nuevamente.

ATX dijo...

Hola Ron, Antes que nada agradecerte por pasar por mi blog y comentar. Los que "bloggeamos" sabemos que es un golpe de entusiasmo para seguir posteando.

Luego de ver tu comentario inmediatamente miré tu perfil de usuario, y me sorprendí gratamente de encontrarme con un colega de la comunicación social.
Yo también soy Comunicador social, aunque me desempeño en el periodismo.

Ya que estoy con esto de la Comunicación aprovecho a invitarte a unas Jornadas de Comunicación que estamos organizando con unos colegas. El tema es interesante y vienen Autores e investigadores de toda Latinoamerica. Te dejo el blog (cenespa.blogspot.com)

Por otra parte, este post me gustó mucho. La verdad ante una situación similar creo que hubiese hecho lo mismo. Desde una perspectiva menos romántica y más superficial, creo que ni siquiera hubiese mirado a quién tenía al lado... Uno no sabe que salen de esas reuniones etilicas con amigos.
Aunque seguramente, hoy te persigue la duda de quién será la que apagó el fuego del licor y la tetosterona.

Saludos
Andrés

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