miércoles, 30 de julio de 2008

Annie - Inocencia en picada


Las luces de la ciudad te rodean mientras caminas por las húmedas veredas del centro, con esos tacones altos que compraste en oferta y esa minifalda que no deja nada a la imaginación. En medio del imperante frío invernal de la capital, te encuentras parada en aquella esquina esperando a que alguien se te acerque y pregunte por tus servicios.

Mientras buscas en tu cartera tus cigarrillos mentolados, encuentras en vez un par de preservativos; indispensables en tu oficio desde hace un año atrás. Cumpliste 18 la semana pasada y lo pasaste en un sucio cuarto de un hostal de quinta, complaciendo a un parroquiano cuya esposa no le daba lo que tú por aquellos míseros 20 soles, fuiste capaz de ofrecerle y dos veces todavía.

La calle comenzó a ser invadida por mujeres de todos los tamaños y edades, vestidas de una forma similar a la tuya pero igual de provocativas, unas mejor que otras evidentemente. Cada una sabe cuál es su área y debe estar dispuesta a pagar el precio. Las mamis hacen su aparición y saludan a las veteranas, dando por iniciado el ritual de iniciación a las recien llegadas, muchachas y mujeres noveles en el oficio más antiguo del mundo.

Las mamis son las que dirigen aquella cuadra de placer prohibido, un par de señoras subidas de peso y edad, pero con caras de pocas amigas. El olor a nicotina y perfume barato es una constante en ambas, pero la que destaca del par es Ramona, una pucallpina de unos 45 años con un tajo en la mejilla izquierda producto de un trabajo con un avesado delincuente, que luego de unas horas de placer, quizo subirse sin pagar. Ramona no lo permitió pero nada pudo hacer, el tipo la golpeó hasta el hartazgo y la violó, cortándole la mejilla al final para que nunca se olvidara de su encuentro con él.

Hay un rumor que corre entre las chicas que Ramona, desfigurada pero llena de odio hacia el maldito que le hizo eso, cobró venganza después del incidente. Dicen que lo delató con la policía y logró que lo cosieran en la prisión. Cuentan por ahí que Ramona, antes de que la marcaran, solía ser una mujer extramadamente coqueta y super complaciente, inclusive se dice que tal era su fama, que llegó a prestarle sus servicios a un conocido personaje político, pero sólo son rumores. Lo que sí es hasta hoy muy comentado, son los contactos que posee y es capaz de conseguir siempre lo que quiere, ya sea directa o indirectamente.

Ramona y su compañera recorren ambos extremos de la calle, recolectando su parte de las ganancias que obtengan por cualquier trabajo que consigan durante la noche entre las chicas del lugar. También se encarga de darle la bienvenida a las nuevas, siempre dejando bien claro que si aceptaban trabajar aquí sería única y exclusivamente para ella, y que cualquier intento de engañarla sería fatal. Sólo le bastaba mostrar su enorme figura y la cicatríz en su rostro para intimidar a cualquiera.

Dando una última pitada al cigarrillo, miras a tu alrededor para ver cómo está la plaza. Poco movimiento, los fines de semana y feriados largos es donde se gana más, 'pero qué más da' exclamas para ti misma. Pero algo llama tu atención, era una de las nueva. Una muchacha de unos 15 años aproximadamente, de estatura mediana, simpática pero muy nerviosa. Se encontraba temblando, pero no de frío exactamente y su rostro mostraba cierto miedo que sólo tú fuiste capaz de reconocer.

Aquella escena te hizo regresar al pasado, a cómo era tu vida antes de tu primer día en este infierno. Solías vender caramelos junto a tu madre en el cruce de una concurrida avenida cuando apenas habías aprendido a hablar, vendiste galletas en los buses saliendo de la escuela cuando aprendías a leer y a escribir y pedías monedas vestida de payasita en las plazas cuando aprendiste a usar tu primera toalla higiénica.

Desde pequeña supiste lo que era el trabajo y nunca huíste de él, trabajabas duro por ayudar a tu madre y ella siempre lo supo. Inclusive, hasta el día en que falleció postrada en una cama de un hospital, producto de una neumonía que no pudo ser tratada a tiempo debido a la falta de dinero para comprar los medicamentos. En su lecho de muerte, te encargó a tus dos hermanos menores y que los cuidaras como si fueran tus propios hijos.

Cuando tu madre partió, sentiste que tu mundo se derrumbaba. Ella era el único apoyo que tenías, ya que tu padre las abandonó cuando nació el último de tus hermanos. Era un hombre bueno, pero la presión de no conseguir empleo y su reciente adicción al alcohol, lo volvió una persona muy inestable. Se convirtió en una persona violenta, amargada y una noche, luego de una enorme discusión con tu madre, no lo volviste a ver nunca más.

Lo único que sabías de él era que ya tenía otra familia en algún lugar de esta gran ciudad, que había vuelto a empezar. Sentiste que por su culpa tu madre ya no estaba aquí; que quizás se pudo salvar de esa enfermedad si él la hubiera apoyado, pero siendo una madre soltera con tres bocas que mantener, aquello era imposible. Aprendiste a valerte por ti misma y sabías que no podías contar con su ayuda para nada.

Trabajaste duro y parejo en todo empleo que encontraste: fregando pisos, cocinando, limpiando casas, sirviendo mesas y un largo etcétera. Eso sí, nunca permitiste que tus hermanos se dedicaran a trabajar como tú lo hiciste a su edad. Te levantabas muy temprano y les preparabas el desayuno, los llevabas a la escuela y luego los dejabas donde una tía solterona que te ayudaba a cuidarlos mientras te ganabas el pan honestamente.

Pero a medida que fuiste creciendo, te diste cuenta de tus limitaciones. Los empleos a los que podías aplicar con tu casi nula experiencia académica eran pocos y de escasa paga. Pasaste tu cumpleaños número 16 vendiendo caramelos otra vez, tratando de ganar algo de dinero para alimentar a tus hermanos.

Tu espíritu fuerte comenzaba a resquebrajarse, mientras se te cruzaba por la cabeza la idea de tirar la toalla y mandar todo al diablo. ¿Si tu padre lo hizo, por qué tú no podrías? quizás haya sido lo que te preguntaras en ese instante. Pero la imagen de tus hermanos fue lo que te devolvió a tu realidad y te hizo deshechar aquel acto cobarde. 'No soy como él' fue lo que te dijiste mientras secabas tus lágrimas y continuaste vendiendo tus golosinas hasta bien entrada la noche.

Un día, te encontraste con una ex compañera de trabajo en el bus camino a casa. La encontraste muy cambiada, usaba ahora maquillaje y ropa provocativa, dejando los pantalones anchos por los entallados y las zapatillas por los tacones altos. Ella sabía cual era la situación por la que pasabas y te comentó sobre un lugar donde podías ganar algo de dinero por pocas horas de trabajo. Dedujiste en aquel instante a qué tipo de trabajo se refería, pero la idea no te parecía muy mala en aquel momento. Te dio su número y se despidieron, con la promesa de verse nuevamente.

Continuará...

2 tienen algo que decir:

Áurea O. León dijo...

O.O
Me has deja'o picada.

Espero leer más de esto.

=)

Ron dijo...

XD gracias, justo akabo de hacerle algunos cambios a la primera entrega. Le añadí algunas cosas y le quité otras. Me alegra ke te haya gustado, ando con el bichito de la escribida XD así que intentaré completar las otras entregas en el transcurso de la semana, antes de entrar a clases.

Gracias por tu comentario y por visitarme!

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