domingo, 28 de setiembre de 2008

Prueba el veneno

Te rehusas a crecer, simplemente te mantienes corriendo en círculos
en el laberinto solitario que llamas mente,
inmerso en un insomnio perpetuo que sólo te permite
cerrar los ojos un par de horas, dentro de las cuales lo único que hallas
son pesadillas donde tus peores miedos se hacen verdad.

Te despiertas agitado, con una duda que ronda cada rincón de tu cabeza
"¿Estoy tomando la decisión correcta o simplemente he aceptado
lo que otros piensan sobre lo que es vivir?"

Te paras frente a aquella ventana rota de tu habitación con tus nudillos sangrantes, mirando fijamente tu reflejo en los pedazos de vidrio a tus pies,
haciéndote aquella pregunta una y otra vez,
sin poder encontrarle respuesta alguna.

Pasas horas y horas contemplándote en aquel pedazo de vidrio,
mirando de forma incrédula en lo que te has convertido,
haciendo una introspectiva a tu vida preguntándote
si realmente valió la pena llegar a este punto.

Las pocas veces que sales de casa, siempre lo haces
con la mirada siempre gacha, obviando el mirar hacia adelante
dado que has caído en cuenta que no hay nada ni nadie esperándote.
Llegas a aquel viejo y asqueroso bar, donde no hay lugar para alegría alguna.

Te sientas en una mesa al rincón, toma una botella de whisky y empieza a beber con la única esperanza de matar estas preguntas y de alguna forma calmar su dolor, pero sólo encuentra el sinsabor de sus lágrimas que se mezclan con las últimas gotas del trago amargo de su miseria y la sangre, en el fondo de la copa rota en la que bebe día a día.

Pasan las horas y finalmente, luego de tres botellas y media de whisky decide
que es la hora de regresar a su claustro. Abandona el lugar dejando únicamente unos cuantos billetes y una mancha de sangre sobre la mesa.

Con el espíritu roto y sus sueños deshechos,
camina solitario por las calles de la ciudad,
enjugándose las lágrimas secas de sus mejillas,
maldiciendo el patético destino que le tocó vivir
"Sé ahora que tomé la decisión equivocada
pero aquella decisión nunca fue mía", se repite mientras se abre paso
entre una multitud de gente en la parada del autobús.

Abre la puerta de su departamento, y para su sorpresa
no hay nadie dentro que lo reciba.
En realidad, hace ya bastante tiempo desde la última vez
que alguien lo recibió con una sonrisa y le dijo bienvenido a casa.

Saca de un anaquel una vieja cajetilla de cigarrillos y enciende uno,
caminando através del desorden al que llama hogar,
no pudo evitar ver aquella ventana rota y los pedazos de vidrio esparcidos en el piso que reflejaban su solitaria y abandonada imagen.

Sus nudillos comenzaron a sangrar nuevamente luego de cada golpe
que asestaba contra una pared escrita de arriba a abajo, donde se leían
innumerables cartas de amor dirigidas a alguien que en un momento
de su vida, significó tanto como su propia existencia
él planeó toda una vida para los dos, pero ella al parecer ella ya había planeado la suya y no lo veía a él en su futuro.

La pared se comenzó a llenar con manchas de sangre mientras agachabas la cabeza sintiendo como algunas lágrimas comenzaban a recorrer nuevamente tus mejillas mientras te repites la pregunta que te haces todos los días
"¿valió la pena?"


El cigarrillo lentamente se consume en tus labios, quemándolos un poco
cuando ya no había más nicotina que consumir.
Con la mirada siempre gacha y nunca de frente donde debería estar,
te diriges al gabinete que tienes en el baño, tragas desesperadamente
una pastilla que quizás pueda matar estas preguntas y calmar tu dolor.

Abatido por la indiferencia con la que te trata la vida,
empiezas a contemplar la idea de terminar con tu existencia
de acabar de una vez por todas con estas preguntas que rondan en tu cabeza
y que no hay prescripción alguna que pueda matarlas.

Tiendes una soga alrededor de una de las vigas de tu habitación,
escribiendo lo que serían tus últimas palabras con la sangre
que brota de tus heridos nudillos en la pared que
retrata lo que una vez fuiste y pudiste llegar a ser.

Lentamente, la atas alrededor de tu cuello mientras terminas
de escribir tus últimas palabras con enormes letras rojas,
derramando unas lágrimas de alivio porque al fin
aquel dolor que te apuñala cada día el pecho
se terminará de una vez por todas.

Musitas por última vez el nombre de aquel amor del pasado
y por primera vez en muchos años, levantas la mirada
observando a través de tu ventana rota,
como el cielo pareciera llorar por tu inminente partida
derramando sendas gotas de lluvia sobre toda la ciudad.

La lluvia se empieza a colar por aquella ventana,
mientras un frío viento comenzó a soplar en la habitación
meciendo un cuerpo inerte que yacía colgado
mantenía una leve sonrisa que sería eterna,
quizás alegrándose de haber acabado de una vez por todas
con las preguntas que lo persiguieron durante toda su vida.

Con el tiempo, el agua se encargó de lavar las memorias y recuerdos
que quedaron de aquel hombre que una vez caminó por esta habitación
y que ya no está más con nosotros, abandonando esta vida terrenal
para ser uno con aquel viento que mecía su cuerpo y las gotas de lluvia
que borraban poco a poco el nombre que había escrito con su propia sangre.

El tiempo se encargó de mantener en su registro la vida del hombre que no dejó nada mas que una mancha de sangre a sus pies y una triste historia que contar a su partida.


Y tú, ¿ya elegiste tu veneno?

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