jueves, 28 de enero de 2010

Camino al destino

'Un ramo de flores, por favor' dije mientras le entregaba un raído billete a una anciana a la entrada del cementerio. '¿Vienes a ver a alguien?' preguntó la anciana mientras armaba el colorido ramillete. 'Sí, a ver a una persona especial. Y voy tarde, ¡gracias!' respondí mientras tomaba aquel adorno floral y me apresuraba a ingresar por la puerta principal.

A medida que iba recorriendo los nichos y las tumbas de los inquilinos de aquel lugar, me comenzaron a asaltar recuerdos de nuestro pasado; como la anécdota de como nos conocimos. Fue una tarde fría de verano, como las que suelen haber a menudo en la capital, recuerdo haber llegado a aquella fiesta de una amiga en común y no despegué mi mirada de ti ni un sólo instante. Luego te me acercaste para pedirme fuego cerca a la barra donde me encontraba bebiendo con unos amigos, y te dije 'claro que sí, puedes encenderlo con el calor de mis labios'; admito que no fue una respuesta inteligente pero te causó gracia en aquel instante, tanto a ti como a mis amigos, aparte me supiste perdonar porque te diste cuenta que estaba algo entrado en copas.

Al día siguiente, me comentaron sobre lo que había hecho. Es cierto aquello que dicen que el alcohol es un gran deshinibidor, pero no pensaba que lo fuera tanto. Tuve una chance para redimirme la segunda vez que nos vimos, que fue de pura casualidad, en un café de un centro comercial. Había entrado para usar el baño, pero te vi sentada al otro extremo del local, bebiendo de una diminuta copa un humeante café y mirando el reloj de la pared de enfrente, evidenciando que llevabas un buen rato esperando a alguien que no había llegado aún. Me acerqué a saludarte, esperando que no me recordaras del todo de aquella fiesta, pero vaya sorpresa la que me llevé cuando respondiste mi saludo con un 'pero si es el chico de los labios ardientes, ¿cómo estás, mi caluroso amigo?', aquello fue el comienzo perfecto para derretir el hielo en nuestra improvisada conversación.

Dicen que la primera impresión es la que cuenta, pero me he dado cuenta que soy mejor en las segundas. Nos pasamos toda la tarde conversando de todo y a la vez de nada, tan solo acompañados por dos tazas de café frío a medio acabar y una cajetilla de cigarrillos vacía entre nosotros. Fue allí donde nuestra inusual historia comenzó, donde los planetas se alinearon y tuvimos aquel momento cósmico que esperamos durante toda nuestra vida. Salimos juntos de aquel local y dimos vueltas por un tranquilo parque, donde al final de la vigésima vuelta y luego de conocer nuestros nombres y apellidos, sellamos nuestro encuentro con un suave pero tierno beso frente a una pareja de palomas posadas en lo alto de la estatua en el medio de aquella plaza.

Intercambiamos números de teléfono y comenzaron así nuestras interminables charlas nocturnas. Siempre me llamabas al llegar del trabajo y yo siempre te llamaba de camino al mío. Fue también la época donde mi deuda telefónica creció como la espuma de las cervezas que solíamos tomarnos cada fin de semana en compañía de nuestros amigos, vociferando las letras de un joven Charly García y su fascinación por demoler hoteles, o los dinosáuricos del Tri y su alegrísima triste canción de amor; también fue la época donde descubrimos nuestro secreto amor por la literatura de ficción, siendo tu fanática asérrima de Wonder Woman y yo, del valeroso Green Lantern. Eras perfecta por donde se te mirara, podíamos pasar horas conversando y debatiendo sobre temas que a nadie le importaba, recordando escenas de series de tv o dibujos animados de nuestros pasados o coreando las estrofas de las canciones más indies que puedan existir.

Te convertiste en el factor exponencial de mi ecuación de vida. Pero no todo era color de rosa en nuestra relación, también teníamos nuestros altibajos. Si había algo que no tolerabas era el que fuera condescendiente contigo, que prefiriera callar a veces simplemente por querer darte la razón. Siempre me instabas a sacar a relucir mi contraparte instigadora, incisiva e inclusive, la amargada con tal de defender fehacientemente alguna idea que yo creyera era la correcta. Así como también yo no toleraba de tu persona era el hecho de que ante cualquier situación difícil que se avisoraba en nuestro horizonte, te encerraras a ti misma en una burbuja de soledad y aislamiento, la cual me fue difícil penetrar en un principio, pero que con el tiempo lo pude lograr.

Éramos el otro para uno, a cualquier momento, a toda hora. Siempre buscábamos satisfacer al otro y a la vez, satisfacernos hasta el cansancio. Lo demostramos muchas veces en cuantas sábanas nos envolvían en nuestros encuentros amatorios furtivos o a veces, en los lugares donde simplemente nuestros cuerpos nos lo pedían. Aquella vez en el baño de la casa de tu tía abuela, fue fenomenal. Hasta ahora me pregunto, ¿cómo fue que no rompimos ese pobre inodoro? Realmente nos iluminamos aquella tarde, cuando nuestros ojos se encontraron mutuamente a través de ese comedor que olía a rancio y a nostalgia. Las palabras de tu tía abuela flotaban a nuestro alrededor como polillas cerca a una bombilla de luz, nada podía perturbar el estado en el que nos encontrábamos y fue entonces, cuando supe que era el momento del 'discúlpeme señora, tengo que hacer una llamada' y del 'no te preocupes tía, ve a la sala a refrescarte un poco que yo lavo los platos'. Hicimos lo que quisimos en ese baño sin levantar sospecha alguna en la albina cabeza de tu tía, aunque creo yo que sí se dio cuenta de lo que hicimos porque al momento de despedirme y agradecerle por tan enternecedora velada, me advirtió que tenía la camiseta al revés y que me peinara un poco, porque lucía algo alborotada mi cabellera. Bien dicen que más sabe el diablo por viejo que por...ay, maldito alzheimer.

Fueron dos años y medio de muchas alegrías con contadas tristezas en nuestra relación, hasta aquel fatídico día. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer, porque en realidad fue ayer que me topé con aquel recorte periodístico que hice sobre aquel accidente. Ibas manejando en tu auto por una avenida principal, resbaladiza por una repentina lluvia minutos atrás, cuando tu auto embistió contra otro en un determinado cruce. Yo me encontraba en el trabajo cuando el jefe de redacción me envió a cubrir dicho accidente. Ya en la escena del hecho, empecé a realizar mi trabajo cuando de pronto, a medida que tomaba las fotos de lo ocurrido, me percaté de que uno de los autos siniestrados era muy parecido al tuyo. Mi corazón empezó a agitarse un poco, pero se volvió totalmente frenético cuando llegó el fiscal de turno y terminó con las pericias pertinentes. No pudieron identificar a la dueña de uno de los vehículos, pero ambas víctimas fueron llevadas a una sala de emergencias cercana al lugar de los hechos.

Me apresuré a llegar allí a como de lugar, pidiéndole al chofer de la móvil que me transportaba que acelerara lo más que pudiera porque tenía que llegar cueste lo que cueste. El asustado chofer me decía que no podía correr más porque la pista estaba resbaladiza y temía terminar como a los que habíamos dejado cuadras atrás. Deteniéndonos en uno de los semáforos, no pude resistirlo más; tenía que llegar sea como sea. Me bajé de la móvil y le dije al chofer que me diera el alcance en el hospital. A medida que corría sobre el mojado pavimento, marqué hasta el cansancio a su celular, pero sólo recibía la casilla de voz. Mi corazón parecía saltarse de mi pecho cuando llegué a la sala de emergencias y me dijeron que uno de los accidentados acababa de fallecer en el quirófano, producto de una hemorragia interna.

Todas esas escenas se me vinieron a la mente a medida que me acercaba a la lápida que iba a visitar. Me paré frente a ella y deposité el ramo de rosas lentamente en el suelo, deslizando la punta de mis dedos sobre su fría y húmeda superficie. 'Llegas tarde...para variar', me dijo una mujer que sostenía a un bebé y se acercaba hacia mí. 'Ya sabes que a pesar de que siempre uso reloj, no puedo evitar siempre el llegar tarde...' respondí mientras recibía a aquel pequeño infante entre mis brazos de parte de ella. Besé a aquella mujer con todo el amor del mundo y la rodeé con mi brazo, y luego dirigiéndome a nuestro querido y silente anfitrión en su última morada, le dije las siguientes palabras:

'Ha pasado ya un año desde que dejaste este mundo, pero aún mantengo latente el recuerdo de tu partida. Verás, nunca te conocí, pero tuviste que morir para enseñarme de que ella es y será siempre el amor de mi vida. Cuando me dijeron que habías muerto en aquel quirófano, sentí como si mi mundo entero colapsara ante mí. Tanto mi pasado como mi presente, e incluso mi futuro, se trituró en mil pedazos de la sola idea de que había perdido al amor de mi vida sin poder despedirme antes. En ese mismo instante, recibí una señal divina proveniente de quien sabe donde. Mi novia me llamó a mi celular, disculpándose por no haber podido contestar mis llamadas pero es que se había olvidado el celular en casa y que se lamentablemente, había sido víctima de un robo; un asaltante la interceptó antes de salir de la casa y se llevó el auto, se había pasado toda la tarde en la comisaría denunciando el hecho. Fue en ese mismo instante donde la vida me regresó al cuerpo y lo único que atiné a decirle fue: Cásate conmigo. Nos casamos un domingo de abril y nos fuimos de luna miel por todo un mes. Y regresaron tres de donde fueron dos. Este es mi hijo, el cual lleva tu nombre y es la prueba viviente de que tu sacrificio no fue en vano y perdurará de aquí hasta la eternidad...'


¿A poco pensaron que esta historia acabaría con un final triste?

Dime más...

lunes, 18 de enero de 2010

Miedo a la escritura

Saludos y bienvenidos a un nuevo año del Jardín de las Baladas. Para mis pocos seguidores, les agradezco el que sigan visitando este humilde espacio mío en la red y gocen de mis atribulados posts y escritos. Para los que no me conocen, soy Ron, un periodista desempleado en busca de trabajo y este es mi primer post del año.

¿Por qué posteo después de tanto? Esa es una magnífica pregunta. Para empezar no hay nada mejor que contar el principio de la historia. El 2009 fue una mierda total. Mala suerte en lo económico, en lo social, lo anímico y lo sentimental. El 2009 pareció mejorar en sus meses finales pero si pudiera borrarlo del currículo de mi vida, lo haría con gusto.

Fue que decidí dejar atrás ese maldito año y embarcarme con muchas ganas a comenzar el 2010. Dejé de hacer la promesa que venía haciendo todos los años desde que tenía 12 (la de enamorarme sí o sí el siguiente año) y comencé una nueva tradición: el conseguir empleo sí o sí.

Así que es así como he comenzado este año, tocando puertas, llamando gente, postulando a posibles trabajos, esa ha sido mi rutina hasta ahora. Y es por ello que decidí titular esta composición así. Tengo miedo de escribir. No porque no pueda (porque puedo), sino porque siento que he perdido mi norte respecto a este hermoso hábito que me destaca de otros.

Unos son buenos para conquistar mujeres, otros para tener éxito en los negocios; yo soy bueno para escribir. Yo descubrí que quería ganarme la vida escribiendo luego de darme cuenta que la publicidad no era lo que yo pensaba, pero que el periodismo era lo que siempre había estado buscando y deseando. Las palabras para mí siempre me fueron fáciles de utilizar, pero por algún extraño motivo, me aterra el sentarme frente a un teclado y que no se me ocurra nada sobre que escribir.

Tengo un sinfín de historias inconclusas en mi cabeza, miles de composiciones por terminar y docenas de noticias que publicar; pero no puedo debido a que no encuentro algo que me motive a seguir haciéndolo. ¿Padeceré acaso de una criptofobia selectiva? Válgame Dios...

Escribo bien cuando estoy enamorado, escribo mejor cuando estoy decepcionado pero no escribo nada cuando estoy tranquilo. El regocijo y la depresión son mis más grandes fuentes de creatividad, son las que siempre me han hecho escribir lo que siento y lo que veo. Pero debido a mi parsimoniosa tranquilidad, no encuentro motivo alguno que me haga continuar.

¿Conoce alguno de ustedes algún método para vencer este temporal percance? Espero sus sugerencias o comentarios, por lo pronto intentaré reencontrarme con mi musa de la inspiración y retomar mi adicción escribana.

Nos vemos (espero muy pronto)


Dime más...

Related Posts with Thumbnails
 
Creative Commons License
Jardín de las Baladas by Jardín de las Baladas is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Compartir bajo la misma licencia 2.5 Perú License.
Based on a work at jardindelasbaladas.blogspot.com.