martes, 14 de setiembre de 2010

Érase una vez...

...un muchacho que le escribía al amor a toda hora y a todo momento. Había encontrado a la musa que le llenaba de una explosión de creatividad y una sobredosis de inspiración. Evocar el sólo recuerdo de su sonrisa bastaba para llenar miles de líneas en el cuaderno de su vida. Fue una de las épocas más prolíferas de la historia de este joven escritor. Y es que el amor que sentía hacia la fuente de su inspiración era tan inmensurable como las gotas de lluvia en una tarde de invierno o las estrellas en la noche más estrellada de verano.

En efecto, el joven escritor estaba perdidamente enamorado de su musa. Le dedicó sus mejores obras y depositaba un pedazo de su esencia con cada escrito que le presentaba. Se la pasaba siempre idealizando y resaltando las características de ella, tan sólo para ofrecerle las mejores encíclicas que en tiempos inmemoriables se destinaban para recrear los pasajes de los dioses mismos, que poblaron esta tierra antes de que se creara al primer hombre.

Día y noche escribió los versos más hermosos que su pluma pudo crear, y noche y día sufría la agonía del enamoramiento eterno hacia su musa. Pero como todo lo bueno en la vida de uno, nada dura para siempre, ni siquiera el amor. Una fría tarde de verano, la musa se dirigió hacia el joven escritor, quien para variar se encontraba tratando de crear su mejor obra, dedicada a nombre de la mujer que amaba. Ella, triste y envuelta en un hálito de pesadumbre, se le acercó y con un tierno pero melancólico beso, se despidió de su amado y susurrándole unas palabras, partió hacia el horizonte hasta que ya no pudo ser más divisada.

La repentina partida de su musa truncó el océano de creatividad e inspiración que ahogaba al joven escritor desde hacía unos años. Se sumió en la más profunda de las tristezas y en la más oscura de las penumbras, llorando por la súbita marcha de la mujer que significó un antes y un después en su vida. Abrumado por un enorme pesar, se empecinó en continuar con lo que mejor hacía: escribir.

Su pluma, que años atrás había sido artífice de los relatos más hermosos en nombre del amor, continuaba escribiendo maravillas, pero con la única diferencia de que ahora eran odas interminables de odio y desprecio hacia la ingrata que le rompió el corazón y lo abandonó a su suerte. Fue tal su decepción hacia el amor mismo, que un día se apareció ante él, la Soledad. La Soledad lo acompañó durante gran parte de su vida, reemplazando el vacío que alguna vez fue ocupado por la musa del Amor. El joven escritor continuó dedicándole sus escritos más hermosos de decepción y odio hacia su antigua pareja, para el beneplácito de la Soledad misma. Su relación duró media eternidad, ya que incluso todo lo malo, no dura una eternidad.

La Soledad abandonó al joven escritor un día soleado de invierno. Al igual que su primera doncella, ésta se despidió de él con un suave y delicado beso en su frente y le susurró unas palabras al oído, antes de viajar en dirección contraria hacia donde partió la musa del Amor muchos años atrás, hasta perderse también en el horizonte. Nuevamente el joven escritor se encontraba abandonado y ni la Soledad ni el Amor lo acompañaban más.

Dejó de escribir por completo. Arrojó sus pergaminos y sus tintas en la hoguera de sus recuerdos y permaneció en un silencio absoluto. No hacía otra cosa más que pensar sobre lo que había vivido con el Amor y la Soledad, haciéndose siempre la misma pregunta: ¿Por qué me abandonaron? Meditó día y noche, noche y día, de verano a invierno, de invierno a verno. Pasaron cuatro años bisiestos hasta que finalmente llegó a la conclusión de que gozaba de una paz interior tan inmensa como su antiguo amor por sus dos ex compañeras, y fue cuando de pronto, una luz disipó todas sus dudas respecto al transcurso que había tomado su vida. Trató de buscar en los confines más recónditos de sus recuerdos, las últimas palabras con las cuales se habían despedido sus amantes. En el último cajón del ropero detrás de la puerta al lado del muro más alto de la torre más alejada del bosque más hinóspito del reino de su pasado, encontró aquellas palabras escritas en un ínfimo y marchito pedazo de papel.

Fue cuando finalmente entendió el por qué sus amantes lo habían abandonado. Todo había tenido un propósito. Plenamente consciente del significado de su travesía, cerró sus ojos en paz y sonrió por primera vez en años. Al abrirlos, descubrió ante él a sus dos antiguos amores, quienes se fusionaron en una sola entidad: la Felicidad. La Felicidad llegó al joven escritor luego de una media eternidad y muchos años más, pero finalmente llegó a él, luego de alcanzar su paz interior y descubrir verdaderamente, que para poder amar en serio, primero hay que aprender a amarse uno mismo. La Felicidad y el joven escritor, quien ahora no era más que un anciano decrépito por fuera pero que aún conservaba la juventud del espíritu, tomó la mano de su redescubierta amante y caminó con ella, hasta que ambos se perdieron en el más lejano de los horizontes, dejando detrás de ellos un pequeño y marchito pedazo de papel que decía: "Para llegar a la Felicidad, primero hay que experimentar la travesía del Amor y la Soledad..."

Fin.

Mujer del rostro esquivo,
¿cuándo te dignarás a aparecer frente a mí?

1 tienen algo que decir:

KEvo dijo...

Bonita historia, bro! y es muy cierto lo q dices y lo entiendo perfectamente y no xq seamos hermanos ni mucho menos xq sea un joven escritor ni mucho menos un anciano decrepito, felizmente aun no...solo xq creo q al fin aprendi y ya voy x esa travesia en encontrar mi paz interna, ya voy pokito mas de la mitad, creeme!! xq al menos siempre me ame a mi mismo y mucho..si el amor se nos es eskivo y la soledad se kiere apoderar a veces de nosotros siempre existira una exit door en cualkier lugar q t enkuentres..cada kien es feliz y buska su felicidad a su manera..no siempre la felicidad significa de a 2..no?

Moraleja: "Si estas enamorado, disfruta del amor al maximo en todo sentido mientras dure...xq en cualkier momento llegara un madafaca! q okupara tu lugar, con los mismos derechos y privilegios."

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