miércoles, 28 de octubre de 2009

Una pregunta sobre el blog...

Bueno, aquí saludándolos de nuevo luego de muchas lunas, con una interrogante que me ronda la cabeza como si tuviera un animal enjaulado en ella. He visto que varios de los visitantes de este pobre (pero muy honrado) blog caen en este rincón de la Worldwide Web buscando música.

La interrogante es: ¿Quieren poder descargar música? Porque si es así, podría hacerlo. Sería cuestión de ver qué tipo de música o discos andan buscando. Podría linkearlos y hacerlos como una especie de sección en el blog: Descarga el disco de la banda de la semana o algo así.

Otra pregunta que me he estado haciendo también es si a los amigos y amigos que buscan letras de algunas canciones en inglés, ¿les gustaría encontrarlas también en español? Porque lo haría encantado, si eso me aseguraría más comentarios en este pobre y desnutrido blog jejeje

Aquí seguirán encontrando más de lo mismo, pero estas dos cosas sobre las cuales me muestro aún un poco en duda, me gustaría implementarlas si a ustedes les parece. Porque este espacio es tanto mío como suyo (bueno más mío que de ustedes) y bueno, me gustaría saber qué es lo que piensan. Así que déjenme sus comentarios haciéndome llegar sus sugerencias. Los comentarios los prefiero como el efectivo: siempre bien recibido donde sea.

Saludos!


¡Comenta o que Cthulhu se apiade de tu alma!

Dime más...

El día de mi muerte



Las sirenas empezaron a resonar en las silentes y desoladas calles donde yacía mi cuerpo bañado en un charco de sangre, a escasos metros de la puerta de mi casa. La gente, consternada y aún medio dormida, empezaba a juntarse alrededor de mi cadáver, mientras la policía empezaba con el peritaje correspondiente para determinar la causa de mi cruento asesinato. Es raro, podía escuchar a las vecinas murmurar sobre el supuesto móvil de mi repentino fallecimiento; podía ver a través de las delgadas hojas de periódico que pusieron sobre mi cuerpo a mis padres llorando mientras un robusto oficial les tomaba sus declaraciones y las pequeñas luces de aquellos forenses en sus batas blancas que empezaban a delínear el contorno de mi silueta en el piso con una diminuta tiza blanca.

A los minutos, empecé a sentir los flashes de una cámara que empezó a tomarme fotos desde distintos ángulos y oía las preguntas de una joven y simpática reportera de cabellera negra ondulada que le hacía al oficial encargado, que respondía que no declararía nada hasta que llegara el Fiscal de turno y autorizara el levantamiento de mi cuerpo, que seguía tirado en la puerta de mi casa, con mi mano derecha aún sosteniendo mis llaves. De pronto, la hermosa reportera se acercó a su compañero fotógrafo y me vio entre aquellas hojas de periódico y pareció reconocerme. Fue curioso, sentía que la conocía pero no recordaba quién era; sólo tenía la sensación de que en algún momento de nuestras vidas, nuestros caminos se entrelazaron de distintas maneras y compartimos el todo junto con la nada.

La expresión de su rostro cambió de la serenidad a la sorpresa en una fracción de segundo. Se tapó de pronto la boca con su mano izquierda y sus ojos se abrieron enormemente. Definitivamente lucía muy anodada. Creo que sí me conocía después de todo. 'Alguna compañera de la universidad', pensé en un instante, 'o alguna ex compañera de trabajo'. Ahora ya es demasiado tarde para descubrirlo. Luego, pude oír en medio del llanto de mis padres y familiares, a ella entablando una conversación con ellos, intentando calmarlos con nerviosas palmadas al hombro y trepidantes abrazos. Tirado en aquella fría acera, continúaba pregúntandome quién era ella. En medio de toda la conmoción del momento, llegó el Fiscal de turno. En menos de cinco minutos (y es muy extraño que tenga tal noción del tiempo en este estado) autorizó el levantamiento de mi cadáver y autorizó a los forenses que me llevaran a la Morgue Central. Retiraron cautelosamente los periódicos y me embolsaron en una pestilente y oscura bolsa. Lo siguiente que sentí fue cuando me tiraron en la parte de atrás de una oxidada y vieja camioneta. El viaje hasta la morgue fue algo accidentado, pero logramos llegar alrededor de una media hora después.


Volví a ver la luz quince minutos luego de haber llegado, cuando yacía recostado en aquella fría camilla de acero inoxidable de la morgue. Una luz blanca y brillante iluminaba mi cuerpo. En ese mismo instante, empecé a sentir un par de manos plastificadas que recorrían mi pecho, como si lo estuviesen examinando. Pude sentir también cuando uno de sus dedos empezó a penetrar una pequeña cavidad, que hasta ese momento desconocía de su existencia, a la altura del lado izquierdo de mi esternón. 'Una puñalada al corazón', fue lo único que atiné a escuchar mientras lo veía escribir algo en una tablilla. Por alguna extraña razón, tenía tapados mis oídos pero mis ojos permanecían abiertos, a pesar de que aquel muchacho que manoseaba mi cuerpo en aquella fría camilla, me los había cerrado minutos atrás. Luego, sentí la cortante caricia de aquel filoso bisturí que dibujaba una V en mi tórax, abriéndolo y presenciando como empezaron a sacar mis órganos internos como si fuesen piezas que nunca más se habrían de usar de algún aparato. Curioso o no, lo único que sentí que me sacaron fue el corazón. Se sintió como un pequeño cosquilleo en lo más profundo de mi pecho. Creo que sí lo tenía, después de todo. Al final de esto, empezaron a suturar mi ya vacío pecho y me depositaron en un cajón, en una especie de enorme frigorífico. Allí dentro estuve alrededor de un día y medio.

Por aún más extraño que parezca, lo único que vi durante aquel tiempo fue una absoluta y completa nada. La puerta del cajón se abrió un miércoles por la tarde (sigue pareciéndome curioso que tenga tal noción del espacio y tiempo estando así de frío) y me volvieron a colocar en una bolsa, esta vez era una con un olor a nuevo pero que era igual de oscura que la primera. Cuando escuché abrirse el cierre y volví a ver la luz, me di con la sorpresa que
mi padre estaba allí junto a un hombre viejo, con el rostro arrugado y manchado, pero con una mirada tan tranquila y fría que parecía que estaba acostumbrado a ver muertos todos los días. Habían transcurrido ya dos días y medio desde mi fallecimiento (morí un lunes a las 11 de la noche) y por primera vez, dejé de ver hacia arriba, ya que me volteaban de un lado a otro para vestirme. Entre aquellos constantes movimientos, pude ver que me estaban colocando aquel traje azul que usaba en ocasiones especiales. 'Que ocasión más especial que mi muerte' dije sonriente, esperando robarle una risa o carcajada a cualquiera como solía hacerlo, pero nadie me escuchó. Al final, cuando ya estaba vestido, pude ver a mi padre traer unos lindos zapatos negros que reconocí al instante: eran aquel par de zapatos que me regaló cuando acabé la universidad. Sentí como me los colocaba y me los ataba lentamente. Habían pasado muchos años desde que me había atado los zapatos, la última vez fue cuando tenía 4 años y paséabamos un domingo por el centro de la ciudad.

Me cargaron y me pusieron dentro de un cajón revestido de fieltro y tela. Mi padre me cargaba de los brazos y aquel hombre de las piernas. Un detalle que no pude dejar pasar fue que mi padre, al momento de recostarme dentro de aquél féretro, depositó mi cabeza suavemente sobre aquella tersa almohada. Por un instante, creí que él sabía que lo estaba viendo y escuchando. Nunca pude decirle cuánto lo amaba y admiraba frente a frente; siempre fui de las personas que expresaban su sentimientos a través de sus acciones. Si pudieras oírme en este momento, te digo que te amo y que fuiste y serás siempre lo más importante en mi vida. Pero no puedes y te me quedas observando con aquellos tristes y vidriosos ojos. Creo que nunca esperaste el enterrarme y siempre creíste que sería yo el que hiciera esto, pero ya ves lo injusta que es a veces la vida, viejo. No llores más y trata de ser fuerte; al menos tuve una muerta rápida y no sufrí mucho, aquello hubiera sido peor tanto para ti cómo para mí. Créeme.

Cerraron el ataúd y me cargaron hacia una carroza fúnebre. Me depositaron gentilmente en la parte trasera de ésta y escuché un portazo. El vehículo empezó a rodar por una calle muy transitada, porque podía oír el bullicio de los motores de autos y de la gente. El viaje duró cerca de veinte minutos cuando de pronto, sentí que me volvían a cargar y me depositaban despacio sobre una estructura. No escuché nada por unos cinco minutos, cuando de pronto, alguien abrió la puerta de aquel cajón y lo primero que vi, fue el rostro de mi madre, derramando sendas lágrimas. 'Qué mujer más hermosa', dije sin mover mis labios. A pesar de que su rostro mostraba el inexorable paso del tiempo sobre su persona, su fuerte mirada y su determinada personalidad que siempre denotaron una incólume juventud, parecían resquebrajadas. No sabes cuánto daría por oírte sonreir una vez más, de la manera como yo sólo sabía hacerlo. Siempre admiré el hecho de que a pesar de que no eras una persona muy cultivada, siempre sabías que decir y cómo decirlo y a quién decírselo. Me sentía seguro en tus brazos cada vez que te abrazaba y contemplaba tu belleza perenne. Pero ahora ya no podré hacerlo más y me voy para arreglar todo para el día en que nos volvamos a reunir. Mi madre me acompañó por un largo tiempo, hasta que finalmente alguien la tomó del brazo y la llevó a otra parte.

Ante mí, desfilaron un sinnúmero de personas que cuando estuve vivo, significaron el mundo para mí. Mis hermanos, mis sobrinos, mis amigos, familiares cercanos, amores pasados y la que era mi presente antes de estar confinado en este claustro. Entre todas las personas que derramaron lágrimas ante el diáfano cristal que me separaba de ellos, tus lágrimas fueron las únicas que sentí traspasar aquel vidrio y recorrer mis pálidas mejillas. Recordé como fue que nos conocimos, aquel amor que nació en salones de clase, que floreció en nuestros furtivos encuentros íntimos y que creció a medida que transcurrieron los años. Esperen un minuto, ahora lo recuerdo. Eras tú. La reportera que estaba en la escena de mi asesinato aquel lunes por la noche. ¿Por qué no te reconocí de inmediato? ¿Habrá sido el shock que ocasionó mi repentina muerte? ¿O simplemente fue tal mi estado de ambrosía al atravesar el umbral de la muerte que borré todo recuerdo de lo que representaba el amor en mi cuerpo terrenal? Porque tú significabas para mí, mi todo y mi nada. Y ahora, me he convertido en nada, mientras que tú estás allí, al otro lado del cristal y siempre serás el todo de lo que una vez fue mi vida. Puedo sentir el cálido toque de tu mano sobre mi rostro que se posa en este ahora empapado cristal. 'Atraparon a tu asesino', fue lo único que atiné a escuchar. Empecé a llorar, pero mi cuerpo hacía mucho que había dejado de segregar líquido alguno. Lloré como nunca antes lo había hecho, pero mis ojos permanecían igual de secos. No lloraba porque finalmente se haría justicia por mi muerte y se castigaría al culpable que me arrebató mi vida, sino que lo hacía porque al final de todo, fui capaz de recordarte. Pensé que te había olvidado; podía recordarlo todo pero menos a ti. Mis lágrimas no eran de sorpresa sino de felicidad, porque me llevaría el recuerdo de tu amor a mi otra vida, a la cual estaba a punto de partir.

Mi velorio duró un día más. Luego, fui otra vez depositado en aquella misma carroza y llevado a otro lugar. Para aquel entonces, habían transcurrido ya ochenta y cuatro horas desde mi fallecimiento. Mientras iba camino al cementerio, empecé a sentir un repentino y agobiante sueño. Empecé a sentir también mis párpados muy pesados, a pesar de que ya los tenía cerrados, cómo si nunca en mi vida hubiese podido dormir. Solté un fuerte bostezo que sólo yo pude escuchar, mientras sentía como mi ataúd empezaba a descender lentamente. Había llegado finalmente el momento en que cayera en aquel sueño eterno, pero con la única diferencia de que me llevaría conmigo el recuerdo de aquel amor que lo cambió todo y que fue capaz de traspasar las barreras de la vida y la muerte.

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viernes, 9 de octubre de 2009

Interpol - Obstacle 1

I wish I could eat the salt off of your lost faded lips

We can cap the old times, make playing only logical harm
We can cap the old lines, make playing that nothing else will change
But she can read, she can read, she can read, she can read, she's bad
She can read, she can read, she can read, she's bad
Oh, she's bad

But It's different now that I'm poor and aging. I'll never see this face again
You go stabbing yourself in the neck


We can find new ways of living make playing only logical harm
And we can top the old times, claim-making that nothing else will change
But she can read, she can read, she can read, she can read, she's bad
She can read, she can read, she can read, she's bad
Oh, she's bad

It's different now that I'm poor and aging, I'll never see this place again
You go stabbing yourself in the neck
But it's different now that I'm poor and aging, I'll never see this place again
And you go stabbing yourself in the neck

It's in the way that she poses, it's in the things that she puts in my head
Her stories are boring and stuff, she's always calling my bluff
She puts, she puts the weights into my little heart
And she gets in my room and she takes it apart
She puts the weights into my little heart
I said she puts the weights into my little heart

She puts weight
She puts weight
She puts weight
She puts weight
She puts weight
She puts weight
She puts weight

It's in the way that she walks
Her heaven is never enough
She puts the weights in my heart
She puts, oh she puts the weights into my little heart


Solía cantarle a la vida antes de conocerte...
Ahora, simplemente canto para no olvidar de que aún soy capaz de hablar...

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